IBEROS Y ROMANOS
LAS EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS DE LA CORONA
El río Ebro fue una de las vías de comunicación privilegiadas del Aragón romano, navegable entre Tortosa y Logroño, permitía el tráfico de mercancías, y que los productos de las zonas agrícolas y artesanas de aguas arriba y abajo de Zaragoza (Caesaraugusta) llegasen con rapidez a los mercados de la capital.
En 1952 comenzó la excavación del yacimiento de la Corona, situado a la misma orilla del río Ebro, entre el “Cabezo Villar” (topónimo que indica la presencia de restos antiguos) hasta “Las Peñas”. El poblado ibero-romano fue destruido por un incendio y abandonado bien en la época de las guerras sertorianas, hacia 74-72 a.C., o quizá después de la batalla de Ilerda, año 49 a.C.
En las excavaciones se hallaron cerámica ibérica pintada con motivos geométricos o vegetales, la llamada campaniense de barniz negro y romanas comunes. Los habitantes de La Corona debieron trasladarse al cercanísimo lugar “Cabezo Villar”, donde se han encontrado restos de una muralla de sillares, cerámica del mismo tipo, campaniense e ibérica, además de “sigillatas” que prueban fue ocupado en época imperial romana.
Entre los materiales arqueológicos recuperados de época romana en las excavaciones de la Corona destacan la cabeza y parte del cuerpo y las manos de bronce de una estatua femenina, conservados en el Museo de Zaragoza y que corresponden por su estilo a una época entre fines de de la época Republicana y el tiempo de Augusto. La imagen puede corresponder a la diosa Juno o bien ser el retrato de la dueña de la casa. La cabeza es de excelente ejecución técnica y lleva un peinado con raya en medio y moño posterior, de acuerdo a la moda de Antonia. Se conservan mal los restos del esmalte que lució en los ojos y la mano derecha está muy dañada por el fuego, en cambio dos anillos lucen en el dedo anular de la mano izquierda. En los fragmentos de las piezas del cuerpo las vestiduras van sujetas por un cíngulo.
Un hallazgo importantísimo fue un trifinium o mojón que marcaba los límites de pastos y terrenos entre tres pueblos. Según la inscripción latina, de los años 43 a 42 a.C, el procónsul romano Marco Aemilio Lépido hizo fijar los términos entre los ispallenses (acaso los antiguos habitantes de Fuentes de Ebro) y la Colonia Lépida (antecesora de la actual Gelsa y los restos de Velilla) y entre los campos de los lepidanos y los salluitanos, estos últimos serían los viejos abuelos de los zaragozanos.
Otras piezas encontradas en las excavaciones revelaron aspectos de la vida cotidiana de los antiguos pobladores de la Corona, desde un juego de astrágalos o tabas de hueso a pesos de alabastro utilizadas como contrapeso en los telares, abundante presencia de tinajas utilizadas como depósito de aceite o de vino y restos de ánforas que servían como envase para el transporte de líquidos, de harina o de frutos.
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